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21 ago 2009

Liderazgo Iñigo

Los líderes son individuos que nacen dos veces. A partir de alguna experiencia extraordinaria que les comunica un sentido de separación, o aun de malquerencia de su ambiente, se distancian y se concentran en sí mismos para resurgir con una identidad creada y no heredada.
Características del liderazgo Jesuita. El sistema jesuita procura el desarrollo autónomo de la persona, consciente de su dignidad, descentrada de sí misma y dispuesta a dar lo mejor de sí para el desarrollo de todos. De acuerdo con esto, un buen líder se caracteriza por:
1. Tener un buen conocimiento de si mismo 2. El ingenio 3. El amor 4. El heroísmo
¿Cómo consiguen los jesuitas estas características? la respuesta es que progresivamente -y continuamente- a partir de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, ejercicio disponible a quienes los soliciten, y que en su versión completa abarcan un período de treinta días. Conocerse a sí mismo. La experiencia tiene por objeto ordenar la vida, e identificar caminos de progreso. Ella se hace cargo de los afectos y razones que nos motivan, y debería provocar en el ejercitante un deseo de servir y trabajar por un mundo mejor. Agudizar los sentidos y la inteligencia para fijar prioridades y establecer así qué cosas valen la pena y cuáles no. Conocerse a sí mismo, identificar los prejuicios que nos atan y nos impiden superar el cúmulo de prejuicios sociales en que normalmente nos desenvolvemos. El ingenio. Surge del deseo de llevar adelante nuevas iniciativas motivadas por una mirada amorosa hacia el mundo en que vivimos, y hacia quienes trabajan y colaboran con nosotros, sin utilizar personas, sino tratando a todos conforme a su dignidad y ayudando a todos a liberar sus capacidades. En este esquema el líder enseña. El amor. Es el cemento, es el alma sólida y recia de esta construcción. San Ignacio es partidario de transferir el mayor número de responsabilidades a quienes están cerca de la acción, delega. Es el amor y el cariño del grupo el que permite aventurarse y desde luego equivocarse. Hay un claro contraste con el liderazgo precario pero persistente de Maquiavelo, el amor libera y permite crecer. ….”El temor paraliza y termina con la innovación y el cambio. El amor estimula el deseo de ayudar y rechaza la manipulación hacia sí mismo y hacia los demás”…... El heroísmo. El amor impulsa metas heroicas que no eliminan la responsabilidad de ganarse el sustento, pero que superan largamente ese solo objetivo. El método jesuita apunta a recuperar la identidad humana más profunda, negada por la cultura en que nos desenvolvemos, afianzando la dignidad de todos –entregada por Dios a creyentes y no creyentes- y a vivir de acuerdo con este reto. Si el hombre o la mujer olvidan quiénes son, perderán las jerarquías de las cosas, y asustados terminaran realzando, o sometidas a liderazgos nocivos y hasta destructivos. El método invita a una existencia más plena. El recorrido no se hace solo, sino con otros, y sobre todo con la presencia amorosa de Dios que quiere nuestra felicidad y progreso. El proceso es profundo y estimulante.
Los Jesuitas promueven un liderazgo fuerte, ambicioso, que se despliega y no que sobrevive protegido al interior de un pequeño mundo. En su visión, todos estamos llamados a liderar siempre, todo el tiempo, en diversos ambientes y circunstancias. De la familia a la empresa, los espacios públicos y los amigos, hasta buscar caminos para adentrarse en el liderazgo al modo del insigne vasco de San Ignacio de Loyola.

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