25 jul 2010
23 abr 2010
Karlfried Graf Dürckheim

En Japón conoce también a D. T. Suzuki y continúa con sus prácticas, a las que se suma el dibujo y el tiro con arco. Tiene oportunidad de conocer las múltiples expresiones del zen en las artes marciales, la danza, los arreglos florales, etc. Observa la simplicidad aparente y búsqueda de la perfección en estas manifestaciones, a través de las cuales el practicante se va alineando dentro de sí hasta ser uno con aquello que realiza, y uno consigo mismo. El propio cuerpo es a la vez el instrumento y el resultado de la sincronización total del ser y del hacer; quien refina es refinado.
Es el período en el que K. G. Dürckheim va integrando dentro de sí la semejanza esencial de los mensajes de Meister Eckhart con los del Buda. Comprende que la budeidad es inherente a todo ser humano, que se puede tomar consciencia de esta semejanza esencial a través de una experiencia trascendente que nos muestre la unidad esencial de todos los seres, pero para que esta comprensión permanezca viva y presente en el vivir cotidiano debe mediar una transformación de la personalidad, a través de una práctica y un trabajo dirigidos. No basta haber tenido una experiencia numinosa (o “momentos privilegiados”, u “horas estrellas de la vida”, como las llamaba), debe darse testimonio permanente de esa nueva comprensión en cada acto, día tras día.
Observa Dürckheim que el Ser esencial, la naturaleza de Buda, el satori y la naturaleza de Cristo son equivalentes, y quiere transmitir esta comprensión integradora y ecuménica a aquellos que anhelan una experiencia del verdadero Ser. Se da cuenta del abismo existente entre Oriente y Occidente en la concepción y tratamiento del cuerpo físico. En el hemisferio occidental normalmente al cuerpo se lo considera apenas como un recipiente, las más de las veces como un obstáculo al crecimiento interior, incluso como “el pecador”, y casi nunca como uno de nuestros más valiosos instrumentos para “ser”. En la perspectiva oriental, no es posible alinearse con la naturaleza esencial sin alinearse primero con el cuerpo, experimentándolo plenamente, tomando consciencia de sus zonas más recónditas, de sus reacciones y actitudes, de sus crispaciones, hasta que responda también a la dirección de la naturaleza pura y esencial del hombre.
Y para los japoneses, este alineamiento pasa necesariamente por el centramiento en el Hara, centro energético de anclaje fundamental para cualquier práctica. El Hara es considerado como un núcleo de energía infinita no contaminada de ego, una suerte de centro-raíz que nos conecta con la totalidad de nosotros mismos, de modo tal que cualquier práctica o actividad que desarrollemos arraigados en él será realizada según el curso que debe suceder, sin intromisión de nuestros deseos o expectativas. Desde ese anclaje de libertad respecto del ego nos podemos entregar plenamente a la actividad en el momento presente. Lograr vivir permanentemente los actos cotidianos centrados en el Hara nos permite estar en el mundo sin pertenecer a él, actuar en el mundo sin identificarnos con el objetivo de nuestra actuación; realizar sin esperar el fruto de la acción. Paradójicamente, se dice que K. G. Dürckheim es el autor del primer –acaso único- libro acerca del Hara, centro energético acerca del cual los japoneses tenían un conocimiento previo milenario.
18 feb 2010
Acceso a la Mística

"La experiencia religiosa es absoluta. Se escapa a cualquier discusión. Lo único que se podrá decir es que nunca se ha tenido esta experiencia y la otra persona dirá: " Lo siento, pero yo sí la he tenido". Y, con ello, la discusión ha terminado.
Carece de importancia lo que el mundo opine sobre la experiencia religiosa; quien la tiene posee el gran tesoro de algo que se ha convertido para él en fuente de vida, sentido y belleza, proporcionando un brillo nuevo al mundo y a la humanidad". (C.G. Jung: Zur Psychologie westlicher und östlicher Religion, tomo II, Olten, 1971, pág.116).
24 dic 2009
No serás el mismo.
"La introspección es el primer paso hacia la transformación, y yo entiendo que, tras conocerse a sí mismo, nadie puede seguir siendo el mismo."
THOMAS MANN, "SOBRE SÍ MISMO"
25 oct 2009
Si no soy yo ¿quién?, si no es ahora ¿cuando?

Respecto a ello, Hillel formuló en otra oportunidad- una especie de 'koán zen', que se hizo famoso se canta en Israel hasta el día de hoy y que se suele traducir como sigue: Si yo no por mí
¿quién? Pero si sólo por mí ¿para qué? Y si no ahora ¿cuándo?
Ya esta versión es de por sí hermosa. Sin embargo, de su original en hebreo se
desprenden otras dimensiones aún más profundas, que al parecer pocos advierten. Paso
a contar una: -Si yo; soy nada para mí ¿entonces quién soy?. Pero si soy para la Esencia en mí ¿qué soy?. Y si no es Ahora ¿cuándo?-
El 'yo' como 'centro de control-manipulación', con todas sus exigencias y miedos, sus
apegos y rechazos, sus heridas narcisistas y pulsiones, es una mera ilusión 'una sombra
pasajera' dicen las Escrituras y también el Psicoanálisis.
Pero, gracias al Cielo, ocurre que los hombres recibimos una buena dosis de palazos en el ego en proporción a nuestros méritos, como enseña el Libro de Job, y nótese la paradoja.
Por fin, y debido a un 'proceso natural' y por ende Divino, conocido en la Ciencia actual como
'auto-organización', el ego se disuelve en una maravillosa 'Nada' (que se escribe con las
mismas tres letras hebreas, pero permutadas).
Es decir, ¡nada de exigencias y miedo, de apegos y rechazos...! El nombre de 'auto-organización' (autopoiesis, o selforganization) quiere expresar la idea de un proceso que se realiza 'sólo', sin manipulación desde ningún centro, y por ende, con total flexibilidad y adecuación a las desequilibrantes circunstancias externas. Y es absolutamente lógico: ¿cómo va a terminar un proceso egocéntrico con el ego? Al contrario, ello no haría sino reforzarlo. Nosotros vamos
juntando 'con gran esmero' nuestro conflictivo y destructivo 'ego', y cuando ya no damos
más con todos los problemas que el mismo 'ego' nos ha generado, terminamos rezando
para que algo o alguien nos ayude a 'salir del laberinto'...
Entonces, el Cielo nos manda la solución, que nosotros 'con nuestra característica ingratitud' llamamos 'las pruebas más dolorosas'.
En realidad, son la Bendición Suprema que puede el Eterno brindarnos. ¡Baruj Hashem!
Digamos también que 'Nada' es uno de los Nombres de la Sefiráh Kéter, la Corona: es
una 'Nada' que es idéntica a la Comunión con el 'Todo', la Esencia Divina, la Shejináh o
Divina Morada o Presencia. Esto es, el Eterno Ahora 'la subjetividad' sin pasado ni futuro'
que mora en el corazón de los Justos, como Hillel. ¡Haleluiáh!
Fuente: Adolfo R. Ordóñez ¿Quién? (Rosario - Santa Fe - Argentina)
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Al que se le dió más se le pedirá más.
21 ago 2009
Liderazgo Iñigo

Características del liderazgo Jesuita.
El sistema jesuita procura el desarrollo autónomo de la persona, consciente de su dignidad, descentrada de sí misma y dispuesta a dar lo mejor de sí para el desarrollo de todos. De acuerdo con esto, un buen líder se caracteriza por:
1. Tener un buen conocimiento de si mismo
2. El ingenio
3. El amor
4. El heroísmo
¿Cómo consiguen los jesuitas estas características? la respuesta es que progresivamente -y continuamente- a partir de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, ejercicio disponible a quienes los soliciten, y que en su versión completa abarcan un período de treinta días.
Conocerse a sí mismo. La experiencia tiene por objeto ordenar la vida, e identificar caminos de progreso. Ella se hace cargo de los afectos y razones que nos motivan, y debería provocar en el ejercitante un deseo de servir y trabajar por un mundo mejor. Agudizar los sentidos y la inteligencia para fijar prioridades y establecer así qué cosas valen la pena y cuáles no. Conocerse a sí mismo, identificar los prejuicios que nos atan y nos impiden superar el cúmulo de prejuicios sociales en que normalmente nos desenvolvemos.
El ingenio. Surge del deseo de llevar adelante nuevas iniciativas motivadas por una mirada amorosa hacia el mundo en que vivimos, y hacia quienes trabajan y colaboran con nosotros, sin utilizar personas, sino tratando a todos conforme a su dignidad y ayudando a todos a liberar sus capacidades. En este esquema el líder enseña.
El amor. Es el cemento, es el alma sólida y recia de esta construcción. San Ignacio es partidario de transferir el mayor número de responsabilidades a quienes están cerca de la acción, delega. Es el amor y el cariño del grupo el que permite aventurarse y desde luego equivocarse. Hay un claro contraste con el liderazgo precario pero persistente de Maquiavelo, el amor libera y permite crecer.
….”El temor paraliza y termina con la innovación y el cambio. El amor estimula el deseo de ayudar y rechaza la manipulación hacia sí mismo y hacia los demás”…...
El heroísmo. El amor impulsa metas heroicas que no eliminan la responsabilidad de ganarse el sustento, pero que superan largamente ese solo objetivo. El método jesuita apunta a recuperar la identidad humana más profunda, negada por la cultura en que nos desenvolvemos, afianzando la dignidad de todos –entregada por Dios a creyentes y no creyentes- y a vivir de acuerdo con este reto. Si el hombre o la mujer olvidan quiénes son, perderán las jerarquías de las cosas, y asustados terminaran realzando, o sometidas a liderazgos nocivos y hasta destructivos. El método invita a una existencia más plena. El recorrido no se hace solo, sino con otros, y sobre todo con la presencia amorosa de Dios que quiere nuestra felicidad y progreso. El proceso es profundo y estimulante.
Los Jesuitas promueven un liderazgo fuerte, ambicioso, que se despliega y no que sobrevive protegido al interior de un pequeño mundo. En su visión, todos estamos llamados a liderar siempre, todo el tiempo, en diversos ambientes y circunstancias. De la familia a la empresa, los espacios públicos y los amigos, hasta buscar caminos para adentrarse en el liderazgo al modo del insigne vasco de San Ignacio de Loyola.
Saber que el NO existe. Para amar el SI.

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